Loop News

Discurso de Raquel Robleda, Presidenta del CNP 2022-2023

Buenas tardes a todos!

Si es verdad que el agradecimiento es la memoria del corazón, es un privilegio transmitir mi Gratitud a todos por compartir este momento con el Consejo Nacional de Periodismo y con la Junta Directiva que me acompañará en esta misión de presidir al gremio de todas las asociaciones y organizaciones enfocadas en luchar por la libertad de expresión, la formación del periodismo ético y responsable y la autoregulación de los medios de comunicación en Panamá.

Mi Gratitud para con todos los expresidentes, cuando se cumplen 20 años de la fundación de este espacio de dialogo que representa el CNP desde su formación. Me alegra mucho que esten hoy con nosotros.

Al Presidente saliente Guillermo Antonio Adames, gracias por su apoyo incondicional para poder convocarlos en este día y por su confianza siempre. A la nueva Junta Directiva en la que me acompañan además dde Guillermo Antonio, dos exPresidentes, Rita Vásquez y Atenógenes Rodríguez y el representante de la Universidad de Panamá, profesor René Hernández – gracias. A Eduardo Quiros, también Expresidente del CNP por sus palabras. Mis mejores deseos y suerte en el nuevo camino que has decidió emprender.

Al Consejo de Rectores y a las Universidades nuestra gratitud. Las Universidades son parte importante de esta asociación y esperamos seguir contando con su colaboración siempre.

Primero, los desafíos que la pandemia puso en evidencia. Segundo, la ética y la responsabilidad social como claves de esta abogacía por la autoregulación que es la razón de ser del CNP, último pero no menos importante La Libertad de Expresión como el Derecho Humano transversal a todos los que promulgó la Declaración Universal en 1948, bajo esa premisa de proteger, respetar y remediar.

En este sentido, los medios de comunicación y los periodistas han jugado y juegan un papel único en este nuevo mundo, donde la pandemia nos ha evidenciado que la mentira siempre busca la forma de ganar y necesitamos nuevas armas para combatirla, un mundo donde las imágenes de la guerra de Ucrania nos han robado la paz, que aunque imperfecta, habíamos conseguido consolidar por varias décadas desde la caída del Muro de Berlín en 1989.

La nueva realidad geopolítica que se nos presentó a partir del 24 de febrero de 2022 cuando Rusia decidió invadir Ucrania y tratar de someter al granero de Europa a sus dominios, nos lleva a plantearnos nuevas formas de interpretar la economía, la política y la sociedad.

Hablan muchos autores de un proceso de desglobalización cuando nos parecía que la globalización era la salida perfecta a todos nuestros problemas, y más aún con la velocidad a la que avanza la tecnología. Sin embargo, la pandemia nos ha llevado a reflexionar sobre la seguridad en todos los sentidos, y sobre esas libertades que parece que no tienen mucho valor si no están vinculadas a algún tipo de sistema de seguridad social.

El Foro Económico Mundial ha estimado que la corrupción cuesta al menos 2,6 billones de dólares, lo cual representa el 5% del producto interno bruto mundial cada año. Nos dice además el Banco Mundial que se pagan a empresas y personas más de un billón de dólares en sobornos cada año. Esto se traduce como nos dice el Secretario General de Naciones Unidas, Antonio Guterres en robos de presupuestos para escuelas, hospitales y otros fondos vitales. Se destruyen las instituciones, crece la falta de credibilidad en el gobierno y en la gobernabilidad, se genera disfunción política y es caldo de cultivo perfecto para el colpaso social. Todo esto fomenta una cultura sin valores concentrada en el individualismo, la indiferencia y el desinterés por la paz social.

Si a eso le sumamos los comentarios de algunos líderes latinoamericanos en los últimos años sobre “cómo poner la corrupción en su justa dimensión” – la falta de liderazgo ético abona al sistema corrupto que alimenta el verdadero virus – desigualdad social.

No podemos perder de vista que vivimos en la Región con mayor desigualdad social del mundo, y eso nos hace más vulnerables a todos. Las grandes oportunidades mal administradas, por falta de ética y responsabilidad se traducen en abuso de poder y actos de corrupción que impiden el crecimiento económico, atentan contra los derechos humanos y contra el bienestar de la población.

La pandemia evidenció que la desigualdad social es el verdadero virus de América Latina, pero también que el cambio climático y el respeto por la biodiversidad no se pueden postergar porque no hay planeta B, y que el respeto por los Derechos Humanos debe ser la carta ética de trabajo de Gobiernos, empresas y sociedades para garantizar nuestra libertades. Como dicen que no hay desafío sin oportunidad, nos ha presentado una oportunidad histórica de transformación ciudadana desde la ética que nos permita volver a lo básico, a poner al ser humano en el centro, para construir nuestro destino con compasión, resiliencia y empatía, tal como nos lo dice Bernardo Kliksberg, padre de la Gerencia Social en su último libro Retos éticos de la pospandemia.

El periodismo está llamado a velar y defender esos intereses y libertades de la colectividad, presentar las causas que deben ser discutidas y analizadas, manteniendo siempre el compromiso con la verdad. Esto cobra aún más valor ante el dilema y desafío que nos presentan las redes sociales, que buscan desplazar el liderazgo de los medios de comunicación, y es con la televisión con el único medio que no lo han logrado.

Una encuesta de ciudadanía y derechos del Centro Internacional de Estudios Políticos y Sociales (Cieps), a finales de 2019 revelaba que la mayoría de la población panameña se informaba de los asuntos del país mediante la televisión, hablamos de un 90%, seguido por internet y redes sociales en un 73%. Y un estudio de IPSOS sobre Solidaridad en tiempos de Covid en América Latina que presentó el Centro Latinoamericano de Voluntariado en el en diciembre de 2021, destacaba que la televisión había sido el primer medio al que recurría la ciudadanía para enterarse de cómo ayudar en Panamá y Costa Rica durante los tiempos del confinamiento y para confirmar las restricciones y medidas de seguridad.

Esto es sumamente relevante ante un debate público en constante deterioro, donde el populismo y los políticos adictos a las redes sociales han evidenciado que es mucho más viral apelar a las bajas pasiones y al odio que a la ética y la verdad. En los buscadores y en la redes, el éxito o el fracaso de la propagación de un contenido no depende de su calidad o de autenticidad, sino más bien de su carga viral. Lo que no deja de tener cierta similitud con la pandemia y con el virus que la provocó.

Lo que debemos evitar, citando a Don Quijote es que los hechos se conviertan en enemigos de la verdad. Porque ante la falta de liderazgo ético al que nos enfrentamos como tendencia global, la verdad es la única luz de esperanza y necesitamos del liderazgo de los medios de comunicación y necesitamos seguir haciendo periodismo responsable para que prevalezca.

Reflexionar sobre ética parece sencillo, pero en una sociedad acostumbrada a generar las más duras críticas y muchas veces destructivas, es dificil. Lo ideal sería proponer soluciones que apelen a la construcción de una sociedad más justa, equitativa, inclusiva e igualitaria. Para lograrlo se necesita voluntad para deponer intereses, y generar alianzas que promuevan la paz social y el desarrollo sostenible, tal como nos indica el ODS 17, el cual los que me conocen saben que siempre cito como el más retador y desafiante para Panamá. Para no dejar a nadie atrás y superar los desafíos de desigualdad, cambio climático y derechos humanos debemos pensar globalmente y actuar localmente, creando valor en cada comunidad. Cada uno desde su rol y desde su sector debe ser garante de derechos sociales, políticos y humanos. Esto es responsabilidad social.

En este sentido, y haciendo honor a propuestas de valor para la sociedad, tengo que recordar que hace 20 años un grupo de hombres y mujeres involucrados en los medios de comunicación, con un solo norte, como lo dejó plasmado Alina Guerrero en el libro del CNP que lleva el mismo nombre asumieron el liderazgo y unieron esfuerzos para luchar contra la intención de regular el periodismo en Panamá, una gran amenaza contra la libertad de expresión. Así nació este Consejo y aunque en algunos momentos pueda parecer que nos vamos a otro rumbo, es nuestra misión mantenernos vigilantes, y superar los obstáculos para que esta organización se fortalezca en un momento de grandes desafíos, ante los vaivenes políticos que estremecen la sociedad.

La ética es una responsabilidad compartida para enfrentar lo que nos traerá la próxima contienda electoral que aunque parece lejana, ya comenzó. En este sentido, debemos impulsar el rol y el trabajo de la Comisión de Ética de este Consejo, garante de la autoregulación de los medios de comunicación y del periodismo ético y responsable, compromiso que tenemos con la sociedad panameña y que nos identifica como organización.

En la Declaración de Principios de la Comisión de Ética del CNP “afirmamos que el ejercicio del Periodismo es un factor fundamental del proceso informativo por lo que la ética periodística debe estar siempre orientada al correcto desempeño del oficio, así como a procurar la eliminación de cualquier distorsión en la función informativa”.

La información es un bien social, y las libertades y valores universales que debemos vigilar como la igualdad, la dignidad de la persona, y los derechos humanos nos hacen a todos responsables. Las constantes denuncias contra periodistas y medios de comunicación como mecanismos de intimidación constituyen una clara obstrucción a la via democrática. Aunque hemos registrado avances, en el índice de Libertad de Expresión de Chapultepec aparecemos en 2021 con una baja restricción, en una posición 9, un desafío permanente para alcanzar la libertad de prensa plena, que la lograron Uruguay y Chile.

En 2020, el Presidente Laurentino Cortizo Cohen fue el primer mandatario en la Región Latinoamericana en firmar la Declaración de Chapultepec, con la reflexión de que el periodismo investigativo en Panamá no conlleva como en otros países un riesgo mortal como tampoco el peligro de ver medios clausurados porque incomodan al poder. Su firma es un gran avance, pero tenemos un largo camino que recorrer porque batallas hay libradas en los últimos 20 años que sí han puesto en peligro a los medios de comunicación por incomodar al poder.

Sabemos que los periodistas y los medios de comunicación actúan como una conciencia que critica y denuncia, y eso es lo normal, al igual que las argumentaciones que puedan generarse, pero esto no los debe convertir en objeto de chantajes, amenazas y mucho menos de demandas que utilizan la justicia para acusaciones infundadas que atentan contra esos principios de Chapultepec. Suelen darse para amenazar la sostenibilidad de los medios de comunicación y el libre ejercicio de la profesión, en toda la Región.

Si bien es cierto que la libertad de expresión no es negociable, también es cierto que requiere de un sistema de justicia inclusivo y equitativo, que funcione, un sistema fortalecido que ofrezca garantías en todos los sentidos, con los recursos necesarios para asegurar agilidad, transparencia, ética y eficiencia.

Recientemente estuvo en Panamá el Relator Especial para la Libertad de Expresión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), el abogado colombiano Pedro Vaca, y lo resumió se la siguiente manera: “requerimos de poderes ejecutivos meticulosamente respetuosos de la libertad de expresión… poderes legislativos con profundas convicciones de pluralismo… y poderes judiciales que acudan en defensa de la libertad de expresión y libertad de prensa”.

Esta sería la mejor garantía de fracaso para aquellos que pretenden utilizar la justicia como mecanismo para obstaculizar el debate público, intimidar y coartar libertades.

La responsabilidad para garantizar estos derechos y libertades es compartida, es responsabilidad de todos y es una cuenta pendiente por el bien común, pero empieza por la voluntad individual de respetar los derechos humanos, esos que comienzan, como dijera Eleanor Roosevelt en el primer aniversario de la Declaración Universal, “en lugares pequeños, cerca de casa, tan cerca y tan pequeños que no pueden verse en los mapas del mundo porque son el mundo de la persona individual. Los lugares donde cada hombre, mujer y niño busca igualdad de justicia, igualdad de oportunidades, e igualdad de dignidad sin discriminación. A menos que estos derechos signifiquen algo ahí, tendrían poco significado en ninguna otra parte. Sin una acción coordinada para hacerlos cumplir cerca de casa, buscaríamos en vano el progreso en el mundo más grande”…

Desde la memoria de mi corazón, muchas gracias a todos.
Feliz Tarde.

SOMOS LOOP XPERTS

Definimos el enfoque y adaptamos la estrategia a lo que tu empresa necesita para entrar y/o salir del Loop…

Scroll al inicio